viernes, 15 de enero de 2010

No es sólo orar

No es sólo orar por ellos, es sentir también como ellos sobre la pérdida de sus seres queridos: padres, hijos, esposo/a, amigos. Sentir lo que sienten ellos, el dolor, la soledad, la incertidumbre.

Por lo que vemos en los medios lo sufrido por el pueblo de Haití no tiene comparación con lo que pudimos haber vivido. Mi ciudad vivió un terremoto en 2001, pero no hubo tanta destrucción ni muerte.

Oremos y sintamos en nuestro corazón lo vivido por nuestros hermanos de Haití. Pidamos al Dios de la vida que puedan, a pesar de la tragedia, elevar su mirada al amor misericordioso del Padre.

Nuestra oración es necesaria. No sólo empecemos a organizarnos para brindar ayuda material, organicémonos en brindar aquella ayuda única y necesaria, el amor de Dios, y que a través de la oración se hace realidad, caridad concreta que logrará la paz, la resignación por lo perdido, aceptar lo vivido para alcanzar la plenitud entre la desgracia.

Dios es amor, esa debe ser la palabra que entre y desde la ruina debe guiar a la reconstrucción no sólo de la ciudad, sino del espíritu de la persona, de la institución familiar, de la Iglesia como tal.

Roguemos al Señor de la Vida que nuestros hermanos de Haití logren la paz espiritual pronto para que empiecen a reconstruir no sólo el edificio, sino también el alma.

terremoto haitiSobre todo,  pidamos por los niños que han quedado huérfanos

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Luis Antonio

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