Mostrando entradas con la etiqueta infidelidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta infidelidad. Mostrar todas las entradas

sábado, 27 de marzo de 2010

Diagnóstico del matrimonio

Con un lenguaje simple y apoyándonos de un símil actual, el autor nos propone la forma de que el diagnóstico sea adecuado para cualquier mal que se sufra como esposos y padres.

No tengo conocimientos de medicina, pero el sentido común me indica que para poder curar una enfermedad hace falta hacer un buen diagnóstico. Actuar dejándose llevar sólo por los síntomas o por lo que quiere el paciente, puede llevar al enfermo a un final catastrófico.

Las escuelas de negocio transmiten la importancia de la "toma de decisiones" y facilitan herramientas para intentar tomar siempre la mejor. Para tomar una decisión hace falta un estudio serio y profundo adaptado a la naturaleza e importancia de la decisión a tomar.

En ninguna de las dos situaciones que he planteado, medicina y empresa, se le ocurriría a nadie sensato tomar una decisión de manera superficial dejándose llevar, por ejemplo, por los sentimientos o las corrientes de opinión dominantes en la sociedad.

Pienso que hasta aquí puede haber un acuerdo bastante generalizado. El dolor y la fiebre son síntomas de que algo marcha mal. Es cierto que muchas veces el tratamiento consiste simplemente en atacar los síntomas, pero esto sólo se debe hacer cuando la enfermedad ha sido diagnosticada y es "benigna" y pasajera. El dolor y la fiebre pueden ser síntomas de una enfermedad grave y por ello no bastará con aliviarlos sino que habrá que ir a la raíz del mal.

Me sirve este símil para abordar la denominada crisis del matrimonio y la familia. Es un hecho incuestionable que está aumentando el número de divorcios, que disminuye el número de matrimonios y aumenta el de las relaciones de hecho, que se tienen menos hijos, que se está menos tiempo en casa y más en el trabajo.

curando el amor 1 Afirmar esto es sencillamente constatar que existen una serie de síntomas alrededor de la familia que nos llevan a poder afirmar que hay un problema, que las cosas no están yendo bien. Como en el caso de la enfermedad, se puede optar por intentar atajar los síntomas: liberalizando el divorcio, igualando el matrimonio con otros tipos de convivencia, dando una propina de 2.500 euros por tener un hijo, aumentando el número de guarderías y el horario de escuelas abiertas para que los padres puedan estar más tiempo en el trabajo, seguirán estando poco en casa. O se puede dar un paso más olvidando prejuicios ideológicos y sociales y buscar el origen real de las crisis para intentar solucionarlas o, mejor, prevenirlas.

El secreto es el amor

Pensemos qué es lo que caracteriza al matrimonio y la familia, no pensemos en matrimonios o familias concretas y conocidos sino en la idea, el concepto. El matrimonio y la familia es aquel lugar donde alguien nos espera más allá de fracasos y temores humanos. En la familia somos queridos y aceptados independientemente de lo que hagamos o seamos. Somos queridos y queremos de manera incondicional y es ahí dónde experimentamos lo liberador y grande que es el amor verdadero. Nadie nos ama y acepta como el cónyuge, prometo amarte en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida; nuestros padres o nuestros hijos.

Las estadísticas muestran un año tras otro que la gran mayoría de personas sitúan la familia como lo más querido, lo que les hace más felices. Pongan en el buscador de google las palabras "encuesta familia y felicidad" y verán el resultado.

curando el amor Pero es que, independientemente de encuestas, la familia constituye el lugar ideal para que se den elementos tan fundamentales de la vida humana como son la fidelidad, la disponibilidad y la confianza. Quienes mejor pueden educar a los hijos son los padres, y no porque estén mejor o peor preparados sino porque les aman de manera incondicional. La base que necesita el ser humano para crecer y desarrollarse es la seguridad de saberse aceptado, querido y exigido.

La unión y el amor incondicional de un hombre y una mujer es tan fuerte que genera vida y no hay nada que de tanta seguridad como el saber que existes por amor, que no eres un verso suelto, que no apareciste de repente. Es cierto que hay personas que no han experimentado esto, pero se puede afirmar sin duda que el corazón humano lo añora.

Importancia de lo coyuntural

Lo fundamental en el matrimonio son la entrega, el amor, la relación de personas. Asuntos como los roles de marido y mujer, trabajar en casa o fuera y tantos otros, son aspectos coyunturales que, como ya se ha señalado, no afectan al fundamento ya que de hecho pueden variar con el paso del tiempo. Lo que nunca cambia es lo radical: el amor y la entrega al otro.

El origen de los fracasos matrimoniales, de la violencia doméstica, de los desencuentros, del bajo número de niños y de tantas otras calamidades no está en lo coyuntural sino en la dificultad del hombre actual para establecer relaciones personales y estables.

El diagnóstico sobre la enfermedad que afecta al matrimonio y la familia se sitúa en el ámbito personal, en lo que algunos han denominado individualismo atomista. Es este virus el causante de la enfermedad, y los síntomas los mencionados en el párrafo anterior.

Sólo rompiendo el caparazón del individualismo existe una posibilidad real de responder para poder así curar la enfermedad. Es necesaria una apertura a la verdad original que nos aporta la relación con otras personas. Es fundamental "volver en sí" y fomentar la esperanza de que existe un lugar donde identificarse como hijo y no como siervo al que se le valora por una simple función que realiza.

La cura de la enfermedad pasa por creer que lo mejor es posible y que está por llegar, que no todo vale lo mismo y que merece la pena darse por amor.

-----------------------------------

Tomado del libro “la felicidad de andar por casa” de Aníbal Cuevas. Post de Fluvium.org .

Que el Señor los bendiga y los guarde…

Luis Antonio

martes, 2 de febrero de 2010

Tenía el cielo en la tierra y lo perdí

No es un cuento de ficción, aunque parece. Es el relato de un hombre que perdió todo por la fragilidad de su voluntad. Olvidó la decisión de ser uno con su pareja y al final dejó de ser él mismo, dejó de ser esposo y padre y se extravió.

La conocí en mi oficina, era una muchacha con unos años menos que yo; y sin ser una belleza, no era fea; y además con un cuerpo muy bonito; simpática, y muy sensual. También goza de gran inteligencia. Yo la admiraba porque también era muy eficiente en su trabajo. Nunca pasó por mi mente el tener algo que ver con ella. Adicionalmente, nunca había sido infiel a mi esposa, quizá porque siempre he sido del tipo hogareño, y más bien tímido.

infidelidad Sin embargo las circunstancias se dieron cuando la naturaleza del trabajo giró, y lo que pareció un resbalón accidental de ella, que ahora pienso no fue tan accidental, nos obligó a afianzarnos uno al otro. De ahí en adelante se abalanzaron ciertas ideas en mi mente que poco a poco se fueron haciendo realidad, hasta que un día, cegados por la pasión, ni yo ni ella nos detuvimos. Un par de semanas más tarde me informó del posible embarazo, y poco después lo confirmábamos con los contundentes análisis clínicos. Empezó la zozobra para determinar que hacer. Finalmente llegamos a la decisión del aborto.

Me atreví a consultar solamente con dos personas, un amigo, y un sacerdote; el amigo no apoyó esa decisión pero me informó donde había un consultorio que con menos riesgos podría efectuarse. El sacerdote me advirtió de las consecuencias morales de tal medida, sin embargo, nos dimos prisa y la decisión se llevó a la práctica.

Desconozco si anteriormente ella ya había hecho lo mismo, pero lo dudo porque vi y sentí lo tremendamente traumático que le resultó; tardó en reponerse y yo contribuí en lo que pude en su recuperación psíquica. Cuando acudí a confesarme el sacerdote fue benévolo facilitando que se me levantara la excomunión, pero claro, me hizo comprometerme a que ya no la seguiría viendo.

De veras que lo intenté haciendo trámites para que fuésemos trasladados profesionalmente alguno de los dos. En lugar de cambiarnos, por las nuevas condiciones de trabajo, se nos dieron mayores facilidades de estar juntos.

Por entonces investigué un poco, y supe que ella se veía también con otra persona.

Hablé con ella para decirle que no nos veríamos más. Para mi sorpresa no lo aceptó, al contrario, prometió dejar al otro y expuso muchas razones; me dejé convencer. No estaba enamorado de ella, ni siquiera sé como llamarlo, creo que estaba apasionadamente enredado. De manera que verla y tratarla, era formidablemente disfrutado por mi, pero en mi interior se desgarraba mi mente y mi espíritu. Después de ella hubo otras mujeres: el tabú se había roto... y parece que el sexo es un vicio, igual que otros, difíciles de dejar.

Ahora no sé qué decirme ni a mí mismo en mis propias tribulaciones, que no son pocas. Estoy bastante seguro si digo que no pasa un día sin que me acuerde de esa decisión, y lo lamente, y me lo recrimine, y pida perdón a Nuestro Señor. La relación con mi esposa nunca fue peor; y aunque mis hijos me siguen respetando y escuchando, sé que ahora lo hacen por lo que les enseñamos antes y por su propia madurez. Son escasas las personas que disfrutan de una conversación conmigo, sólo lo ordinario. Y me pregunto ¿Porqué habrá quienes, incluso siendo médicos, ven el engaño como algo perfectamente normal?

después de la infifelidad Cómo lamento que ya no tenga yo la capacidad de dar consejos. Cómo añoro esa tranquilidad interior que me hacía sentir tan bien aun en las situaciones más difíciles. Cómo me duele haber tenido y perdido esa paz interior que me hacía sentir y gozar la intensidad de la vida y del amor.

¡Creo que estoy describiendo la pérdida de la gracia!. Esto equivale a perder una parte del corazón y de la existencia. Y lo peor ¡aún no encuentro como reparar ese daño!. Todo tiene su precio, ¡lo sabía!. Y ahora ya lo estoy comprobando. Tenía el cielo en la tierra y lo perdí".

-----------------------------------------

Es posible que quien cuente el relato sea la mujer. Al final, todo se pierde y es difícil volver a la normalidad de la vida común y a vivir otra vez la gracia de estar frente a Dios sin sentir vergüenza. Es difícil pero no imposible en la medida que no se siga cayendo en esa espiral de “vivir de los sentidos, vivir la pasión”, al aceptar tu error, tu pecado. Es pedir perdón a Dios y a quien amas, pero haciéndolo de corazón y por amor. La decisión espera…

Que el Señor los bendiga y los guarde…

Luis Antonio