martes, 2 de febrero de 2010

Tenía el cielo en la tierra y lo perdí

No es un cuento de ficción, aunque parece. Es el relato de un hombre que perdió todo por la fragilidad de su voluntad. Olvidó la decisión de ser uno con su pareja y al final dejó de ser él mismo, dejó de ser esposo y padre y se extravió.

La conocí en mi oficina, era una muchacha con unos años menos que yo; y sin ser una belleza, no era fea; y además con un cuerpo muy bonito; simpática, y muy sensual. También goza de gran inteligencia. Yo la admiraba porque también era muy eficiente en su trabajo. Nunca pasó por mi mente el tener algo que ver con ella. Adicionalmente, nunca había sido infiel a mi esposa, quizá porque siempre he sido del tipo hogareño, y más bien tímido.

infidelidad Sin embargo las circunstancias se dieron cuando la naturaleza del trabajo giró, y lo que pareció un resbalón accidental de ella, que ahora pienso no fue tan accidental, nos obligó a afianzarnos uno al otro. De ahí en adelante se abalanzaron ciertas ideas en mi mente que poco a poco se fueron haciendo realidad, hasta que un día, cegados por la pasión, ni yo ni ella nos detuvimos. Un par de semanas más tarde me informó del posible embarazo, y poco después lo confirmábamos con los contundentes análisis clínicos. Empezó la zozobra para determinar que hacer. Finalmente llegamos a la decisión del aborto.

Me atreví a consultar solamente con dos personas, un amigo, y un sacerdote; el amigo no apoyó esa decisión pero me informó donde había un consultorio que con menos riesgos podría efectuarse. El sacerdote me advirtió de las consecuencias morales de tal medida, sin embargo, nos dimos prisa y la decisión se llevó a la práctica.

Desconozco si anteriormente ella ya había hecho lo mismo, pero lo dudo porque vi y sentí lo tremendamente traumático que le resultó; tardó en reponerse y yo contribuí en lo que pude en su recuperación psíquica. Cuando acudí a confesarme el sacerdote fue benévolo facilitando que se me levantara la excomunión, pero claro, me hizo comprometerme a que ya no la seguiría viendo.

De veras que lo intenté haciendo trámites para que fuésemos trasladados profesionalmente alguno de los dos. En lugar de cambiarnos, por las nuevas condiciones de trabajo, se nos dieron mayores facilidades de estar juntos.

Por entonces investigué un poco, y supe que ella se veía también con otra persona.

Hablé con ella para decirle que no nos veríamos más. Para mi sorpresa no lo aceptó, al contrario, prometió dejar al otro y expuso muchas razones; me dejé convencer. No estaba enamorado de ella, ni siquiera sé como llamarlo, creo que estaba apasionadamente enredado. De manera que verla y tratarla, era formidablemente disfrutado por mi, pero en mi interior se desgarraba mi mente y mi espíritu. Después de ella hubo otras mujeres: el tabú se había roto... y parece que el sexo es un vicio, igual que otros, difíciles de dejar.

Ahora no sé qué decirme ni a mí mismo en mis propias tribulaciones, que no son pocas. Estoy bastante seguro si digo que no pasa un día sin que me acuerde de esa decisión, y lo lamente, y me lo recrimine, y pida perdón a Nuestro Señor. La relación con mi esposa nunca fue peor; y aunque mis hijos me siguen respetando y escuchando, sé que ahora lo hacen por lo que les enseñamos antes y por su propia madurez. Son escasas las personas que disfrutan de una conversación conmigo, sólo lo ordinario. Y me pregunto ¿Porqué habrá quienes, incluso siendo médicos, ven el engaño como algo perfectamente normal?

después de la infifelidad Cómo lamento que ya no tenga yo la capacidad de dar consejos. Cómo añoro esa tranquilidad interior que me hacía sentir tan bien aun en las situaciones más difíciles. Cómo me duele haber tenido y perdido esa paz interior que me hacía sentir y gozar la intensidad de la vida y del amor.

¡Creo que estoy describiendo la pérdida de la gracia!. Esto equivale a perder una parte del corazón y de la existencia. Y lo peor ¡aún no encuentro como reparar ese daño!. Todo tiene su precio, ¡lo sabía!. Y ahora ya lo estoy comprobando. Tenía el cielo en la tierra y lo perdí".

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Es posible que quien cuente el relato sea la mujer. Al final, todo se pierde y es difícil volver a la normalidad de la vida común y a vivir otra vez la gracia de estar frente a Dios sin sentir vergüenza. Es difícil pero no imposible en la medida que no se siga cayendo en esa espiral de “vivir de los sentidos, vivir la pasión”, al aceptar tu error, tu pecado. Es pedir perdón a Dios y a quien amas, pero haciéndolo de corazón y por amor. La decisión espera…

Que el Señor los bendiga y los guarde…

Luis Antonio

lunes, 1 de febrero de 2010

Enseñarles a tener criterio

Papá y mamá, uno de las primeras labores como padres es  el enseñarles a tener criterio a nuestros hijos.

Recordemos que un criterio es una condición/regla que permite en la persona realizar una elección, lo que implica que sobre un criterio se puede basar una decisión o un juicio de valor. Nuestra labor entonces es la de brindar los recursos necesarios para que nuestros hijos cuenten con la capacidad necesaria para adoptar opiniones, juicios o decisiones.

Desde el portal de LaFamilia.info comparto este artículo escrito por Bernabé Tierno. Disfrútenlo.

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norte o sur – decisión necesaria – qué criterios primarán??

De no haber existido en nosotros la capacidad hereditaria para enfrentarnos a toda clase de dificultades y problemas en la vida, hace ya cientos de años que la especie humana habría dejado de existir. Nuestros antepasados primitivos desarrollaron la capacidad de resolver eficazmente las dificultades tremendas con que se encontraron para poder llegar a subsistir.

Es verdad que una buena manera de resolver los problemas es compartirlos, pero en la mayoría de los casos no es fácil hacerlo porque no tenemos al lado a ese ser humano dispuesto a ofrecernos ayuda. Por eso, es fundamental desarrollar desde los primeros años la afirmación verbal por medio del aprendizaje y enseñar al niño a tener un criterio propio que le permita hacerse fuerte frente a estados emocionales paralizantes como la ira, el temor y el pánico, que nos impiden pensar con toda claridad y eficacia.

Capaces de vivir sin nosotros

Es curioso que las personas que más manipulan desde niños sean precisamente las personas más inseguras. Tenemos todo el derecho a juzgar nuestro propio comportamiento, nuestras emociones y pensamientos y asumir con responsabilidad iniciativas y actos con todas sus consecuencias. Esto es así porque si nos dejamos llevar de la opinión de los demás, jamás sabremos a qué atenernos puesto que emitirán sobre nosotros tantas opiniones distintas, cuantas sean las personas que lo hagan.

j0308958 Hemos de enseñar a nuestros hijos a tener una opinión sobre sí mismos y a no dejarse influenciar, chantajear y manipular por los juicios positivos, negativos o neutros que sobre ellos emitan los demás. El niño debe ejercitarse en el derecho que tiene a la propia afirmación y tomar sobre sí, de manera gradual, la responsabilidad sobre su existencia, despojando a los demás de esa responsabilidad. En definitiva, de lo que se trata es de hacer a nuestros hijos capaces de vivir sin nosotros.

La forma más frecuente de manipular al otro es la de hacerle sentirse culpable constantemente. Esta medida la utilizamos con demasiada frecuencia padres y educadores para que nuestros hijos hagan lo que deseamos por no soportar verse a sí mismos como seres culpables y dignos de desprecio. Pero esta medida es esencialmente nefasta, ya que enseñamos al niño y adolescente a albergar sobre sí mismo las mismas expectativas que alimentamos nosotros como manipuladores.

En nuestro favor obligamos al niño a abdicar de su propia dignidad y del respeto sobre sí mismo y de ir adquiriendo la responsabilidad de gobernar plenamente su propia existencia.

Vivir en libertad

Puesto que educar no es otra cosa que hacer posible que nuestros hijos sean capaces de vivir sin nosotros, no podemos educar si no educamos en, por y para la libertad. En definitiva, enseñarles a tener un criterio no es otra cosa que educarles para la responsabilidad, para el amor y para el respeto a los demás, pero, también, para sí mismos.

j0433040 Los padres debemos saber asumir que la vida de cada ser humano le pertenece a él mismo y, en consecuencia, ni siquiera nosotros como padres, y mucho menos las demás personas, tenemos derecho a manipular, programar y organizar a nuestro gusto las vidas de nuestros hijos.

Para ser “ellos mismos”, necesitan el respeto de quienes les educan y el ejemplo de actitudes consideradas y de libertad para emitir sus primeros juicios sobre personas, cosas y situaciones sin sentirse coaccionados.

Sin duda aparecerán fricciones y tensiones entre la autoridad y la libertad que se suavizarán y superarán con facilidad si sabemos armonizar y conjugar la autoridad y la firmeza con la tolerancia y la comprensión.

La libertad bien entendida necesita de la autoridad como apoyo ofreciéndole garantías de confianza y seguridad.

Ni permisivo, ni autoritario

La permisividad, el autoritarismo y el paternalismo, son enemigos de la afirmación personal equilibrada y del criterio propio.

La permisividad como constante, termina por convertir al niño en un libertario. El autoritarismo hace de él una persona dependiente y conformista y el paternalismo lo debilita y manipula mediante el chantaje afectivo.

A nadie se le escapa que todo aprendizaje de la libertad comporta unos riesgos que padres y educadores no tenemos más remedio que asumir si pretendemos hacer de niños y adolescentes personas responsables. En consecuencia, hemos de saber perder el miedo a la libertad para poder educar.

La libertad, como todo, se aprende con el ejercicio. Es imprescindible que nuestros hijos empiecen a decidir por sí mismos, a tomar parte activa, a formar su propio criterio sin que, de entrada, los adultos demos por sentado que, como puede haber abusos, lo mejor es no darles ningún tipo de libertad.

Hay que saber dosificar la cantidad de libertad que debemos dar a nuestros hijos para hacer posible esa reafirmación de la propia personalidad y el aprendizaje de la toma de decisiones por sí mismos.

Aprender a dar libertad

No es bueno generalizar, pero como orientación sugiero lo siguiente: hay que dar más libertad a un niño (o adolescente) a medida que vaya siendo mayor de edad, sea mejor su conducta y cumpla con sus obligaciones, demuestre una mayor capacidad crítica, autocontrol y sentido de la responsabilidad y nos haya demostrado mayor experiencia en el uso de esa misma libertad.

j0427628 Como acabamos de ver, sólo es posible que adquieran criterio propio, determinación, autonomía y afirmación de la propia personalidad si facilitamos las cosas para que nuestros hijos accedan al uso de la libertad de manera gradual, conjugando la autoridad, la comprensión, el amor y el respeto a tomar sus propias decisiones en la vida.

La libertad necesita además la existencia de unas normas claras que den seguridad. El niño y el adolescente deben saber a qué atenerse. Por eso, el saber mandar es mitad ciencia y mitad técnica, y quien ejerce algún tipo de mando ha de tener bien claro que las normas impuestas deben ser educativas y no coartar el libre y sano desarrollo de la libertad en nuestros hijos.

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¿Hemos sido padres que hemos logrado que nuestros hijos cuenten con un criterio propio?. ¿Hemos sido y somos padres que no les dejamos volar porque tenemos miedo de perderlos?. Respondamos con sinceridad…

Que el Señor los bendiga y los guarde…

Luis Antonio