sábado, 5 de septiembre de 2009

Nuestra felicidad

Cuán felices somos. Cuánta felicidad irradiamos a nuestro rededor. ¿Como esposos somos felices y hacemos feliz a nuestra pareja?. Como padres ¿somos felices y hacemos felices a nuestros hijos?. Y no me refiero sólo a pensar que la felicidad se logra satisfaciendo los pedidos que la cultura hacen de nuestros hijos potenciales consumidores. Mi hija hace tiempo, a pesar de sus 6 años, me pide su celular de princesas, porque las niñas de sus programas favoritos ya lo tienen. Por el momento no lo voy a comprar.

Hace unos días compartía con un grupo de papás la pregunta de si somos felices, de cómo alcanzamos esa felicidad. Partimos de la idea principal que es el mismo Dios quien nos crea y nos ofrece la creación para que seamos felices.

El hermano Pedro Chico FSC, en su Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, al hablar de la felicidad nos dice que “el hombre no puede dejar de aspirar a la felicidad, no puede dejar de llegar a la alegría plena, en lo posible en esta vida…”. Continúa diciendo: “la felicidad es un estado de alegría, agrado o satisfacción, que hace a la persona sentirse bien consigo misma y con los demás”. “Educar para la felicidad es un compromiso, una necesidad y un deseo de toda educación cristiana. Sin una educación sana en los afanes de la felicidad, el hombre corre el riesgo de entregarse a la falsa felicidad, la inmediata y la egocéntrica, que se reduce a la concupiscencia de la carne, a la concupiscencia de los ojos, y a la soberbia de la vida (I Jn. 2,16)”.

Y como padres nuestro deber y compromiso  educar a nuestros hijos para la felicidad. La pregunta será cómo hacerlo. Empecemos con lo que conocemos y es el motor de nuestro diario caminar. Los Valores Humanos, aquellos valores cristianos que nos hacen sentir bien, aquellos principios que nos hacen responder a lo que no nos parece bueno.

En el colegio donde laboro cierto día una estudiante se acercó a conversar conmigo respecto a lo que un compañero de su clase había hecho. Se sentía confundida entre la lealtad a la clase, el no caer en el "yo acuso”, en el dejar pasar o no lo ocurrido. Al conversar pude encontrar en ese tierno corazón que los valores en que sus padres y el colegio habían inculcado daban ya fruto. Su valoración de lo ocurrido la llevó a buscar apoyo para sentirse libre y decir que “eso” no era correcto. ¡Qué alegría saber que hay personas que buscan la verdad y la rectitud y que nosotros somos parte de eso!.

Esta felicidad es natural en nosotros, buscamos el bien y la satisfacción. Tenemos que apoyar esa búsqueda, y en los valores cristianos encontramos esas “herramientas” para lograrlo.

Este video nos presenta los valores que nos ayudan entonces a lograr esta felicidad, desde cualquier perspectiva, desde cualquier rol que vayamos desarrollando a lo largo de nuestra vida. Como siempre, te recuerdo que reflexiones y más importante, que empecemos a practicarlos a conciencia.

Compartamos este mensaje con todas las personas que queremos, que estimamos, los amigos, compañeros del trabajo, los vecinos…

Que el Señor los bendiga y los guarde…

Luis Antonio

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