miércoles, 19 de agosto de 2009

Esposos felices, padres buenos

una_familia_feliz La espiritualidad conyugal está centrada en la pareja misma, buscando que ella logre su realización. Desde aquí abarca a toda la dimensión familiar. Sobre todo a los hijos, que son llamados a una comunión de vida por el amor de sus padres. La familia es, por lo tanto, una comunidad de participación; o, debe llegar a ser esto.

ESPOSOS FELICES, PADRES BUENOS

Cuando la pareja busca su felicidad, asume un estilo de vida. Este estilo asumido muestra lo que han entendido por felicidad. Es más, hace que vayan adoptando un estilo particular de educación para sus hijos.

Desde aquí, cuestionémonos. ¿El clima de vida en nuestro hogar se esfuerza por dejar ser a cada hijo?, ¿busca ayudarle a alcanzar su plena madurez?. Sabemos que en muchos casos no.

Entonces, ¿Cómo se puede esperar que los hijos lleguen a ser ellos mismos, que entren en relación con los demás desde actitudes de solidaridad y libertad, que asuman sus compromisos en la sociedad, que vivan los valores del matrimonio cristiano, si el testimonio de sus padres no va por ese camino?

En la medida que en la pareja lleguen a ser esposos, también podrán lograr llegar a ser padres. En la medida que en la pareja lleguen a ser esposos felices, podrán llegar a ser buenos padres.

Porque la “fecundidad del amor conyugal se extiende a los frutos de la vida moral, espiritual y sobre natural que los padres trasmiten a sus hijos por medio de la educación. Los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos.” [1]

“El niño para crecer necesita unos puntos de referencia fijos, coherentes. Necesita una cultura, en su sentido más amplio, en que asentarse y cobrar seguridad. Necesita esas raíces que se sumergen en la historia de un pueblo, de una familia, fundamento de un crecimiento sólido y estable. Nacido para amar y ser amado, requiere desde el primer latido el calor de un hogar, verdadero útero en que se gesta la personalidad humana, el calor del amor de sus padres entre sí y para él y sus hermanos...

... Ni la permisividad, ni el autoritarismo conducen a nada bueno. Es en la animación, en el ‘dar vida’, exigente y tierno, en la ‘autoridad amorosa’ que deja ser, llamando siempre a más, donde esta el camino. Es en el ejemplo admirable del buen Dios, el Padre, en su palabra siempre actual, donde vamos percibiendo los destellos de esa luz.” [2]

No nacemos santos. Nos hacemos santos. El hogar debe ser el molde para esa santidad. Por eso, los esposos han de buscar la santidad; pero esa búsqueda no se agota en el logro de su propia perfección, sino que se propaga, o debería propagarse, en los hijos y todos aquellos que están al entorno.

Un matrimonio feliz no es aquel que ha logrado superar las dificultades que se les ha presentado y se encuentran maduras para vadear los conflictos que le vendrán. Es necesario haber creado un sentido de trascendencia, saber que hay una vida eterna, pero que en el aquí y ahora se cultiva.

Pero, ¿cómo amar fielmente todos lo días y para siempre?, ¿cómo vivir cada día en actitud de entrega y espera?, ¿cómo si somos imperfectos y limitados?.

Basados exclusivamente en la buena voluntad de los contrayentes, simplemente es imposible. El “yo te recibo” no es lo mismo que yo te aguanto o te tolero ni menos el pacto del no te metas en mis cosas y yo respetaré las tuyas. Actitudes de egoísmo simulado.

Para el cristiano, la única vía es contar con la ayuda permanente de Dios. Aquí toma sentido el matrimonio sacramento, es en esto donde se diferencia de cualquier otro tipo de matrimonio.

Hay matrimonios católicos que no están pegados con el amor de Cristo sino con el simple amor humano. Y peor aún, hay quienes creen que no es cuestión de Dios, sino cosa de hombre y mujer; la pena es que ellos caen en los convencionalismos del mundo que terminan relativizando la vida matrimonial al entenderse o llevarse bien.Aquí no puede haber felicidad.

Porque conocemos nuestra propia debilidad y el límite de nuestras fuerzas, pese a que nuestra voluntad es ilimitada, hemos decidido optar por el sacramento del matrimonio para poder contar con la ayuda de Dios, que dice: “sin mí nada podéis hacer” [3]. Esto quiere decir que Jesús el fiel por excelencia, está dispuesto a hacerlo todo con nosotros, si lo invitamos.

Entonces, sólo entonces, lo que Dios ha unido, con ese pegante indisoluble de su amor a y en la pareja, no lo separará nadie. Nada ni nadie destruirá el amor fundado en Dios.

Y para terminar esta reflexión: ¿qué es el amor?

Saberlo nos ayudará a ser felices. Pero es que, bajo el término amor se llegan a decir tantas cosas que debemos saber muy bien que no todo lo que llaman amor, es amor. Y tener muy claro que:

  • Una cosa es querer, y otra muy distinta amar.
  • Del amor al odio no hay un paso, sino un abismo.
  • El que ama da, más de lo que espera.
  • El amor nunca muere, o no es amor.
  • Sólo el amor le da sentido a todas las cosas.

Es que “el amor no es esencialmente una relación con una persona específica; es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo como totalidad, no con un <<objeto>> amoroso. Si una persona ama sólo a otra y es indiferente al resto de sus semejantes, su amor no es amor, sino una relación simbiótica, o un egoísmo ampliado” [4]


[1] cf. Gravissimum educationis, 3

[2] Iceta, Manuel. Vivir en pareja, un proyecto conyugal para nuestros días. SM. Madrid, 1996 p, 53.

[3] Jn. 15,5

[4] Fromm, Erich. El arte de amar. Paidós. Buenos Aires, 1982 p, 52


Fuente: Marcos 10,9, una página interesante para la formación de la familia http://marcos10_9.geoscopio.net/

Que el Señor los bendiga y los guarde…

Luis Antonio

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