viernes, 24 de julio de 2009

Ecuación para lograr la felicidad: b.e = b.p

Esta viene a ser la ecuación básica de toda relación familiar. Ser buenos esposos nos lleva a ser buenos padres. Si relacionamos que ser un gran hombre o mujer como la perfección de la persona, y esta como constante, al igualarla en ambos lados de la ecuación vemos que no varía la igualdad porque el ser una gran persona está directamente relacionada a ser buenos esposos para lograr ser buenos padres.

b.e.(gp) = b.p. (gp)

j0386390 Escucho durante las charlas que es difícil ser un buen padre. ¿Será a caso que no eres una buena pareja para tu esposo o esposa?. Muy rápido nos olvidamos que el primer vínculo en la familia es el de ser esposos, y nos convertimos en sólo compañeros en la necesaria tarea de mantener el hogar y la prole que rápido va llegando.

¿Cómo podemos ser entonces buenos esposos?. No hay modelo de esposa o de esposo para imitar. Ser esposos es lo más personal y propio del ser humano. No hay computadora capaz de tabular las condiciones que tienen que adornar a una pareja para que sea el ideal porque no se puede computarizar el amor.

Debemos entender que ser buenos esposos no es para que nos miren los vecinos o se alegren las familias de cada uno de nosotros. Debemos ser buenos esposos a los ojos de nuestros hijos para que ellos vivan y valoren el amor que se refleja en el matrimonio de sus padres, porque este amor los heredarán y copiarán a su debido tiempo.

Recuerdo una frase que se quedó grabada con fuego en mi corazón. Viajé a Tacna a un Encuentro Regional de Laicos, y a la entrada del colegio donde se desarrolló la misma había un inmenso letrero que decía:

“Papá, así como tu es Dios”

Mi historia familiar no dejó que experimente plenamente ese reflejo de amor que debió existir entre mis padres. No los juzgo, pero gracias a eso no deseo copiar aquello que no se dio sino lograr lo más perfecto que se debe dar en toda familia, el amor. Y este amor que se refleja a través de cada padre es el amor de Dios. Si no hemos experimentado este amor humano será entonces difícil sentir el amor de Dios.

Para lograr la perfección como esposos primero es necesario reconocer aquellas frustraciones que perturban nuestro ser, especialmente aquellas que se dieron en el entorno familiar donde crecimos. Al reconocerlas será fácil desterrarlas aunque el proceso sea doloroso y necesitemos tiempo y apoyo. Recuerda, que mejor apoyo que tu propia familia, sobre todo tu pareja. Pero quien nos abrirá las puertas para la verdadera plenitud de la felicidad familiar es el mismo Dios. Aquí viene esa necesidad de ver el reflejo del amor de nuestra propia familia para ver el amor de Dios.

Luis Antonio

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