martes, 18 de octubre de 2011

Un(a) buen(a) samaritano(a)… siempre

Pasmado. Ver la escena de esta niña doblemente atropellada, inmóvil en la calle donde hasta 19 personas pasan por su lado y ni se inmutan quizá por las heridas o por el hecho mismo que es una persona, un ser humano, que necesita su ayuda. Son 19, graficando el número – X X X X X X X X X X X X X X X X X X X –, personas que se fijaron en ese cuerpito pero siguieron su camino, quizá porque estaban apresurados, exhortos en sus propios pensamientos… vendedores, amas de casa, choferes, dueños de alguna tienda del lugar, cobradores, gerentes, gente común y corriente que dejó de ser persona para convertirse en alguien sin escrúpulos, desinteresada de su prójimo, sin valores, sin caridad, sin amor.
samaritano 4
Esta trágica historia me lleva al Evangelio, Libro de Lucas, capítulo 10, versículos del 25 al 37 (Lc 10,25-37), la parábola del buen samaritano, aquel que llega junto a quien fue asaltado, golpeado, herido. Pasaron antes que él varias personas – un sacerdote, un levita, – que lejos de ayudarle apresuraron el paso y se alejaron. En la escena, la niña está tirada en el suelo a merced de otro vehículo que pudiera aplastarla. Se acerca una menuda mujer, observamos que después de su asombro deja a un lado sus bolsas – es recolectora de desechos –. Toma a la niña y la retira de la vía. El mensaje evangélico otra vez nos interpela, el más humilde, el más “pequeño” entre todos es quien acude a quien necesita apoyo, valora la vida humana, hace realidad todos aquellos valores humanos que se basan en la solidaridad y el amor.
El reportaje continua. Aparece la madre de la niña, dueña de una tienda en ese mercado. Los gritos alertan a los demás. La niña está herida de muerte, fracturas graves han quebrado su pequeño cuerpo. Algunos medios informativos internacionales señalan que murió debido a las graves heridas. Las imágenes en el hospital también conmueven porque hemos visto cómo sufrió esas heridas. Ya no podrá la buena samaritana visitar a quien trató de salvar.
Cuanta indiferencia frente al sufrimiento del otro. Quizá el miedo de actuar por verse inmerso en un “problema ajeno”. No sólo en China sucede, en todo el mundo, hemos visto como muchos “samaritanos” han sufrido de diversos modos por su caritativa acción. Leí en algún medio que incluso acusaban a la buena samaritana de esta historia de haber realizado su acción por querer ser “el centro de la atención”. Imagínense hasta dónde puede llegar esta enfermedad de la pasividad y la indiferencia en la sociedad, se la china, americana o peruana.
Otros medios interpretan el hecho como una característica de esa sociedad que cada día es más próspera y desarrollada, pero a la vez, más materialista y egoísta. Existe una falta de valores morales – humanos – en una sociedad enferma de indiferencia y amor. El dilema hoy en China después de ver estas imágenes y que se vive en lo foros intensamente es el de ayudar o no ayudar. Queda entonces en la conciencia de cada uno sabiendo que puedes terminar señalado y juzgado. La justicia social, la dignidad de un pueblo, la integridad, se ha perdido dando paso a otros “valores”.
En el periódico digital ABC.ES escriben respecto a lo que sucede en la sociedad china:
La mayoría de los foros se preguntan cómo es posible que un puñado de ciudadanos corrientes sean tan insensibles como para no ayudar a una niña que se está desangrando en plena calle. Algunos comentarios dan con la clave al enumerar numerosos casos, desvelados por los medios, de víctimas de atropellos y accidentes que han terminado demandando a quienes precisamente acudieron en su auxilio. Para evitarse problemas con la justicia o incluso pagar una cuantiosa indemnización que, seguramente, no podrían alcanzar con sus humildes sueldos, la mayoría de testigos que presencian siniestros de tráfico prefieren dar media vuelta y no verse involucrados aunque eso pueda significar la muerte de una víctima inocente, como la pequeña Yue Yue.
Queda entonces a nosotros, como esposos y padres, transformar esta trágica historia de indiferencia y dolor, en un mensaje de acción donde la caridad no tenga barreras ni miedos – acordémonos del samaritano del Evangelio. En casa conversemos de la noticia en familia, utilicemos la parábola como enseñanza. Distingamos nuestros límites pero con la idea de hacer realidad la caridad – no siendo indiferentes, actuando en nuestras posibilidades, sintiendo lo que la persona está sufriendo, haciendo un ejercicio del amor en la caridad como la comunidad de amor que es la familia –. Que se logre ese encuentro particular en Cristo a través de aquel prójimo que se presenta en nuestro camino. Un párrafo de la Encíclica Deus Caritas Est de P.P. Benedicto XVI que centralice nuestra idea de acción caritativa:
La actividad caritativa cristiana debe ser independiente de lo partidos y las ideologías. El programa del cristiano – el programa del Buen Samaritano, el Programa de Jesús – es “un corazón que ve”. Este corazón ve donde hay necesidad de amor y actúa de modo consecuente.
Aquí el video que ha indignado a la sociedad china, a la sociedad mundial.


Recemos por el alma de la pequeña Yue Yue, para que no se vuelvan a repetir estas imágenes. Pidamos por la samaritana, Chen Xianmei que tuvo el valor de acudir frente a la necesidad. Pidamos por esta sociedad enferma por la falta de amor.
Que el Señor los bendiga y los guarde.
Luis Antonio

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