lunes, 2 de noviembre de 2009

Padres sí; amigos no

Un maestro nos decía: “antes los hijos tenían miedo de sus padres, hoy los padres tienen miedo de sus hijos” - Mg. Manuel Rodríguez Canales, USP -. Esta afirmación tiene mucho de verdad puesto que la relación padres/hijos a venido desembocando en una pérdida de autoridad debido a la confusión de roles que como padres proyectamos: padres, amigos, padres y amigos, padres que no somos padres porque somos más amigos, etc.

El artículo que compartimos a continuación nos ofrece un punto de vista único respecto a cómo esta actitud paterna se vuelve irremediablemente permisiva. Hemos perdido la brújula de cómo decirles a nuestros hijos cuáles son los límites en su diario actuar.

Artículo tomado del Boletín Pastoral Familiar.

velaLa mayoría de los padres actuales con hijos en edad escolar, pertenecemos a una generación que padecimos una educación con un modelo claramente autoritario y que hoy disfrazamos cayendo en cierta tendencia permisiva con nuestros hijos.

Desde pequeñitos sabíamos lo que estaba bien y lo que estaba mal, hasta dónde se podía llegar ya hasta donde no. En definitiva, nuestros padres nos enseñaron un sistema de valores que conocíamos y entendíamos. Sin embargo la educación, tanto por parte de las familias, como por parte del sistema educativo, se sustentaban en un modelo autoritario. Es decir, se introducían gran cantidad de reglas y normas, esperando una obediencia estricta sin explicación. Las cosas eran así porque el profesor lo decía, porque mi padre me lo había mandado, o simplemente porque sí.

Aún así, el modelo funcionaba. Y fuimos muchos los que sin grandes traumas aprendimos unos principios morales que nos ayudaron no sólo a vivir sino a integrarnos positivamente en nuestra sociedad.

Todavía recuerdo el gran respeto que me producía desobedecer a mis padres. El miedo a hacer algo mal en la calle, y que un señor o una señora me a viesen y me amenazasen con decírselo a mi padre. ¡Qué diferencia con nuestros actuales días!. Te vez que te arañan el coche y si te atreves a decirles algo…, te quedas con el miedo a que puedan decirles algo a sus padres.

¿Y los profesores?. Esos siempre tenían la razón. Si te reñían sería por algo: - ¡algo malo habrás hecho! –. Y que no quisieran hablar con mis padres…

Sin embargo, es cierto que aunque el modelo funcionara, creaba personas temerosas e inseguras. Y que en un mundo racional y en el que cada vez más se trata de convencer y no de imponer, el modelo hacía aguas por todas partes.

Muchos fueron los que se comprometieron que esos comportamientos no los repetirían con sus hijos, y presas de esa corriente comprehensiva y democrática cayeron en nuestro actual padecimiento, el modelo permisivo: el padre colega, el padre amigo o el padre esclavo de su hijo. Se pasó del sometimiento de la autoridad paterna al padecimiento de la tiranía de los hijos.

padre permisivo ¿Y que nos hizo llegar a este error?. Las razones, aunque ya apuntadas, son diversas. En primer lugar deberíamos apuntar al complejo de repetir los roles vividos. En segundo lugar el haber entendido equivocadamente un modelo mucho más difícil de aplicar: el democrático.

Este modelo propugna una transmisión de los valores asentados en la reflexión conjunta padre-hijo. Procura la autonomía de los hijos al mismo tiempo que impone normas y reglas explicando las razones de las limitaciones y prohibiciones y procurando su cumplimiento. Y es esa la parte que algunos padres acostumbran a olvidar, la de exigir el cumplimiento de las normas, aunque posteriormente se le expliquen los porqués.

Otra parte más importante de este modelo es el de la negociación. Los asuntos, problemas, normas… se pueden negociar. Pero negociar es alcanzar por ambas partes acuerdos en las que ambas partes pierden algo en beneficio de un bien común. En esa negociación, es donde debemos hacer ver a nuestros hijos las razones de las normas. Pero además, no todo es negociable, y esto debe quedar muy claro desde el principio. Hay deberes y límites que nunca deben negociarse. Y este es otro error frecuente de los padres actuales. Los hijos deben conocer claramente los límites impuestos, y que éstos tienen un sentido, aceptándolos porque los comprenden.

¿Y en qué situaciones nos hallamos cuando estas normas y estos límites no están claramente definidos?. Es el modelo que frecuentemente se conoce como el permisivo. El padre-colega, víctima de la tiranía de su hijo. Padres que raramente son capaces de imponer límites y normas, y que no son capaces de imponer el cumplimiento de las normas a los hijos. Padres que ceden a los chantajes, a las pataletas y a las imposiciones de los hijos. Y ceden por comodidad, por cansancio o simplemente por impotencia.

Este padre amigo y colega se va haciendo desde que el hijo es muy pequeño, no imponiéndose desde el principio y cediendo a las pataletas. A todos se nos viene a la mente algún espectáculo vergonzoso que hemos tenido que presenciar en algún centro comercial, en el que algún padre se ha visto vencido por miedo a la vergüenza o “al qué dirán” cuando el pequeño ha montado el número. Y es que hay que tener claro que ante estas situaciones, no siendo conscientes que poco a poco irán quedando al margen, no habiendo sido capaces de transmitir a sus hijos unos principios morales que les defiendan de los peligros de la propia vida.

Recuerdo que en mis años más difíciles de adolescencia, un amigo de mi padre le aconsejó con buena intención: – sé más amigo de tu hijo –. A lo que mi padre respondió: – es que no puedo ser su amigo porque soy su padre.

padre e hijoAhora que yo soy el padre, entiendo lo que mi padre quiso decir. Porque es mucho más importante ser padre que ser amigo. También exige mucho más, y sobre todo exige responsabilidad, al mismo tiempo que comprensión y amor. Pero por encima de todo, de mucha capacidad de perdonar.

Se me viene a la cabeza ese dicho que dice: “Ámame cuando menos lo merezca, ya que es cuando más lo necesito”, y que yo utilizaba para explicar a los padres de mis alumnos el momento que se les avecinaba con la adolescencia de sus hijos. Sin embargo, todo ese cariño exige responsabilidad. La responsabilidad de poner límites, de acordar soluciones y sobre todo de responder por los actos personales.

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Quiero complementar al artículo con este video, que en forma de broma, nos habla de cómo el padre después de la pataleta del hijo piensa en cómo no usó un condón para evitar vivir eso…

Se toma una realidad para crear una necesidad!!!!!!!!!!. Y esta triste realidad es que vamos formando hijos que hacen lo que les da la gana y que a la larga nunca sabrán obedecer, no se forjarán la autonomía necesaria para convivir, aquellos límites que los harán actuar.

Que el Señor los bendiga y guarde…

Luis Antonio

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